La Biblia. ¿Fue realmente inspirada por Dios?

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 ¿CREE usted que Dios es el autor de la Biblia, o piensa que es un libro que contiene simplemente pensamientos humanos?
Esta cuestión sigue siendo objeto de debate hasta entre quienes se consideran cristianos. Por ejemplo, según una encuesta Gallup realizada en 2014 en Estados Unidos, la mayoría de los que decían ser cristianos concordaba en que, “de alguna manera, la Biblia está relacionada con Dios”. Por otra parte, aproximadamente 1 de cada 5 encuestados veía la Biblia como un libro de “fábulas antiguas, leyendas, historia y mandatos escritos por hombres”. Toda esta controversia hace surgir la siguiente pregunta: ¿qué significa en realidad que la Biblia sea inspirada por Dios?

(2 Timoteo 3:16-17). Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra.

¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA INSPIRADA?


La Biblia se compone de 66 libros, que escribieron unos 40 hombres a lo largo de 1.600 años. Pero, si la escribieron hombres, ¿por qué se dice que es inspirada por Dios? Dicho de forma sencilla, porque Dios es la fuente de la información que contienen esos escritos. La Biblia lo expresa así: “Hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo” (2 Pedro 1:21). En otras palabras, Dios utilizó su poderosa fuerza invisible, el espíritu santo, para transmitir su mensaje a los escritores de los libros de la Biblia. Esto puede compararse a un hombre de negocios que le dicta una carta a su secretario. El autor de la carta no es quien la escribe, sino quien la dicta.

De hecho, algunos escritores bíblicos literalmente escucharon el mensaje de Dios mediante un ángel. Otros tuvieron visiones divinas. Y en algunos casos, Dios les transmitió su mensaje mediante sueños. Aunque algunas veces les permitió escribirlo en sus propias palabras, en otras les dijo exactamente lo que debían escribir. Pero, sin importar cómo haya sido, esos hombres plasmaron los pensamientos de Dios, no sus propias ideas.

¿Por qué podemos estar seguros de que fue Dios quien inspiró a los escritores de la Biblia? Veamos tres pruebas que fortalecen nuestra confianza en el origen divino de la Biblia.

La Biblia sí tiene origen divino

¿SABE usted a qué se refería el apóstol Pablo cuando dijo que la Biblia fue inspirada por Dios?

(2 Timoteo 3:16-17). Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra.

Pablo empleó un término griego que literalmente significa “insuflada por Dios” o “soplada por Dios”. Con eso quiso decir que los escritores bíblicos escribían únicamente lo que Dios les indicaba mediante su espíritu santo.

En palabras del apóstol Pedro, esos hombres “hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo” (2 Pedro 1:21). De ahí que Pablo llamara a los libros bíblicos “los santos escritos, que pueden hacernos sabios para la salvación mediante la fe relacionada con Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).

Pese a todo, muchas personas cuestionan hoy la autoría divina de la Biblia. Según sir Charles Marston, llama la atención “el desdén con que algunos han mirado los relatos de la Biblia”. Y es que numerosos críticos han protagonizado feroces ataques contra ella. Algunos incluso la han descalificado acusándola de no ser más que un montón de “mitos y ... cuentos de hadas”.

Analice las pruebas.

A cada uno de nosotros le corresponde decidir si confiará o no en lo que dicen las Sagradas Escrituras. Y esta es una decisión en la que no podemos darnos el lujo de equivocarnos. ¿Por qué? Porque si la Biblia efectivamente tiene origen divino, sería perjudicial —quizá hasta mortal— pasar por alto sus advertencias. Y está claro que quienes la consideran un libro cualquiera no dejan que guíe todo aspecto de su vida ni determine sus creencias.

(1 Tesalonicenses 2:13). Realmente, por eso nosotros también incesantemente damos gracias a Dios, porque cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios, la cual también está obrando en ustedes los creyentes.

Ahora bien, ¿cómo puede usted determinar si la Biblia merece su confianza? Igual que lo haría con una persona. ¿Confiaría plenamente en alguien que acaba de conocer? Seguramente no. Antes invertiría tiempo en conocerlo mejor y comprobar que, en efecto, merece su confianza. ¿Por qué no hace lo mismo con la Biblia? En vez de creer las hipótesis o las opiniones preenjuiciadas de otras personas, analice las pruebas que demuestran que las Sagradas Escrituras tienen origen divino.

Acusaciones de supuestos amigos.

No se sorprenda si muchos expertos atacan la autenticidad y confiabilidad de la Biblia. Hoy día, la mayoría de estos comentaristas bíblicos —aunque se consideran cristianos y, por tanto, deberían respetarla— “sólo hablan de la Escritura como un registro, exposición y celebración humanos” (Nuevo Diccionario de Teología).

Muchos incluso cuestionan si las personas que escribieron la Biblia eran quienes afirmaban ser. Sostienen, por ejemplo, que el libro de Isaías no fue escrito por este profeta, sino por otras personas mucho después de que él muriera. Según Lowther Clarke, autor del Concise Bible Commentary, el libro de Isaías “es fruto del trabajo de distintas generaciones”. Sin embargo, cada vez que Jesucristo y sus discípulos citaban porciones del libro de Isaías, se las atribuían a este profeta

(Mateo 3:3; Este, de hecho, es aquel de quien se habló por medio de Isaías el profeta con estas palabras: “¡Escuchen! Alguien clama en el desierto: ‘¡Preparen el camino de Jehová! Hagan rectas las veredas de él’”.

15:7; Hipócritas, aptamente profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: 8 ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy alejado de mí.

Lucas 4:17-21; De modo que se le dio el rollo del profeta Isaías, y abrió el rollo y halló el lugar donde estaba escrito: 18 “El espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predicar una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos, para despachar a los quebrantados con una liberación, 19 para predicar el año acepto de Jehová”. 20 Con eso enrolló el rollo, se lo devolvió al servidor, y se sentó; y los ojos de todos los que estaban en la sinagoga se fijaron atentamente en él. 21 Entonces comenzó a decirles: “Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír”.

Juan 12:38-41; De modo que se cumplió la palabra de Isaías el profeta, que él dijo: “Jehová, ¿quién ha puesto fe en la cosa oída por nosotros? Y en cuanto al brazo de Jehová, ¿a quién ha sido revelado?”. 39 La razón por la cual no podían creer es que otra vez dijo Isaías: 40 “Él les ha cegado los ojos y ha hecho duro su corazón, para que no vean con los ojos y capten la idea con su corazón y se vuelvan y yo los sane”. 41 Isaías dijo estas cosas porque vio su gloria, y habló de él.

Romanos 9:27, 29). Además, Isaías clama respecto a Israel: “Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, es el resto lo que será salvo. 28 Porque Jehová hará un ajuste de cuentas sobre la tierra, concluyéndolo y acortándolo”. 29 También, así como Isaías había dicho en otro tiempo: “A menos que Jehová* de los ejércitos nos hubiera dejado descendencia, habríamos llegado a ser justamente como Sodoma, y habríamos quedado justamente como Gomorra”.

Pero algunos críticos de la Biblia, como J. R. Dummelow, van todavía más lejos: aseguran que las profecías del libro de Daniel “son, en realidad, relatos históricos que el autor quiso hacer pasar por predicciones”. De nuevo, quienes hacen esta afirmación olvidan las palabras del propio Jesús. En una profecía sobre “la cosa repugnante que causa desolación” (Mateo 24:15), mencionó que ya se había hablado de ella “por medio de Daniel el profeta”

(Mateo 24:15).  ”Por lo tanto, cuando alcancen a ver la cosa repugnante que causa desolación, como se habló de ella por medio de Daniel el profeta, de pie en un lugar santo (use discernimiento el lector)

¿Citaría Jesús del libro de Daniel si este fuese una falsificación? Nadie que afirme ser cristiano creería algo semejante.

¿Tan importante es?

Tal vez usted se pregunte: “¿De veras es tan importante saber quién escribió los libros de la Biblia?”. Pues sí que importa, y mucho. Imagínese que llega a sus manos lo que supuestamente es el testamento de un amigo suyo. Pero unos abogados le dicen que no lo escribió él, sino unos conocidos que, con las mejores intenciones, incluyeron lo que pensaban que eran los deseos del fallecido. ¿Tendría ese documento el mismo valor para usted? ¿Estaría completamente seguro de que contiene los deseos de su amigo?

Precisamente eso es lo que les pasa a numerosas personas con la Biblia. Como no confían en que Dios sea su verdadero autor, muchos —incluidos algunos que dicen ser cristianos— desobedecen sin contemplaciones los mandatos bíblicos relacionados con la honradez y la moralidad sexual, entre otros. Hay quienes, para justificarse, les restan importancia diciendo: “¡Es que esas normas son del Antiguo Testamento!”. Con todo, no tienen en cuenta que el apóstol Pablo se refería a ese Antiguo Testamento cuando habló de “los santos escritos” que eran “inspirados de Dios”.

“Pero si quienes hacen esas críticas son biblistas, algo de razón tendrán —puede que alguien proteste—. ¿O es que todo lo que dicen está mal?” Por supuesto que no. De hecho, es gracias a la labor de muchos investigadores concienzudos que hoy sabemos lo que decía el texto original de la Biblia. Por ejemplo, ellos han identificado los pequeños errores que se introdujeron con el paso de los siglos en las sucesivas copias del texto bíblico. De todos modos, admitir que los copistas cometieron errores es una cosa, y otra muy diferente, rechazar la Biblia y decir que es como cualquier otro libro escrito por el hombre.

Confíe en “los santos escritos”

Poco antes de decirle a Timoteo que Dios había inspirado la Biblia, Pablo le indicó por qué era esencial contar con los escritos inspirados. Le dijo: “En los últimos días [...] hombres inicuos e impostores avanzarán de mal en peor, extraviando y siendo extraviados” (2 Timoteo 3:1, 13). En tiempos del apóstol ya había sabios e intelectuales que usaban “argumentos persuasivos” para confundir a la gente y debilitar su fe en Jesucristo

(1 Corintios 1:18, 19; Pues el habla acerca del madero de tormento es necedad para los que están pereciendo, pero para nosotros, los que estamos siendo salvados, es el poder de Dios. 19 Porque está escrito: “Haré perecer la sabiduría de los sabios, y echaré a un lado la inteligencia de los intelectuales”.

Colosenses 2:4, 8). 4 Esto lo digo para que nadie los alucine con argumentos persuasivos. 8 Cuidado: quizás haya alguien que se los lleve como presa suya mediante la filosofía y el vano engaño según la tradición de los hombres, según las cosas elementales del mundo y no según Cristo.

Por eso, a fin de que Timoteo no cayera en las trampas de estos hombres, el apóstol le recomendó que continuara estudiando lo que había aprendido desde niño en los santos escritos

(2 Timoteo 3:14, 17). Tú, sin embargo, continúa en las cosas que aprendiste y fuiste persuadido a creer, sabiendo de qué personas las aprendiste, 15 y que desde la infancia has conocido los santos escritos, que pueden hacerte sabio para la salvación mediante la fe relacionada con Cristo Jesús. 16 Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra.

Esta recomendación es particularmente válida en nuestros tiempos, pues vivimos en “los últimos días” que mencionó Pablo. Por tanto, no nos dejemos convencer por los “argumentos persuasivos” que plantean algunos expertos brillantes. Más bien, imitemos a los primeros cristianos: jamás dudemos de la Biblia, que en verdad es la Palabra inspirada de Dios.

Para ello, es posible que necesitemos fortalecer nuestra fe en la Biblia. La Palabra de Dios ha resultado ser una guía confiable a lo largo de la historia, es exacta en cuestiones científicas, todas sus partes concuerdan entre sí y se han cumplido sus profecías. Si le interesa aprender esto y mucho más, escribanos sin ningún compromiso y pidiéndoles más información. Al igual que otros millones de personas de buen corazón, comprobará por usted mismo que la Biblia de veras tiene origen divino.

 Por qué confiar en los cuatro Evangelios

 
“Su popularidad es sorprendente. Han inspirado películas de presupuesto millonario [...] y libros superventas [...]. Se han incorporado a las creencias de sectas cristianas. Y hasta han dado lugar a nuevas religiones y teorías conspiratorias.” (SUPER INTERESSANTE, REVISTA BRASILEÑA)

¿QUÉ es lo que está causando tanto furor? Según dicha revista, se trata de un conjunto de pseudo evangelios, epístolas y apocalipsis descubiertos a mediados del siglo XX en Nag Hammadi y otros lugares de Egipto. Estos documentos están entre los llamados escritos gnósticos o apócrifos. *

¿Hubo una conspiración?

La desconfianza que hoy en día siente la gente hacia la Biblia y las religiones tradicionales ha abonado el terreno para que crezca el interés por los escritos gnósticos o apócrifos. Como resultado, estos han influido profundamente en la opinión de muchas personas sobre las enseñanzas de Jesucristo y el cristianismo. Cierta revista señala: “El Evangelio según Tomás y otros [escritos] apócrifos apelan a los sentimientos de un grupo cada vez más numeroso: personas que se sienten atraídas por lo espiritual, pero desconfían de las religiones”. Por citar un caso, se calcula que tan solo en Brasil “existen por lo menos treinta grupos cuya ideología se basa en las obras apócrifas”.

Desde que se descubrieron estos documentos, se ha extendido la teoría de que hubo una conspiración en el siglo IV para ocultar la verdad sobre Jesús. De acuerdo con esta hipótesis, la Iglesia Católica omitió ciertos relatos de su vida narrados en los escritos apócrifos y alteró pasajes de los cuatro Evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Según escribió Elaine Pagels, historiadora y profesora de Religión, “ahora empezamos a ver que lo que denominamos cristianismo —y lo que identificamos como tradición cristiana— en realidad representa sólo una pequeña selección de fuentes específicas, elegidas entre docenas de otras fuentes”.

Esta autora no es la única especialista que opina que la fe cristiana no solo debería basarse en la Biblia, sino también en otras fuentes, como los documentos apócrifos. Por ejemplo, según se indicó en un documental de la cadena de televisión BBC, los escritos apócrifos presentan a María Magdalena como “maestra y guía espiritual de los demás discípulos; más que una discípula, era una apóstol a los apóstoles” (Bible Mysteries, “The Real Mary Magdalene” [Misterios bíblicos: La verdadera María Magdalena]). Hablando sobre este supuesto cometido de María Magdalena, el periodista Juan Arias escribió lo siguiente en el diario brasileño O Estado de S. Paulo: “Todo nos lleva a creer que, en sus inicios, el cristianismo fundado por Jesús era un movimiento profundamente ‘femenino’, pues las primeras iglesias eran las casas de las mujeres, donde oficiaban de sacerdotisas y obispas”.

Como vemos, numerosas personas dan mucha más credibilidad a las obras apócrifas que a la propia Biblia. Pero eso hace surgir algunas cuestiones: ¿debe basarse la fe cristiana en estos escritos apócrifos? Cuando contradicen la Biblia, ¿a cuál debemos creer? Por otro lado, ¿es cierta la teoría de que, en el siglo IV, la Iglesia trató de ocultar dichos escritos y alteró lo que la Biblia narra sobre Jesús, María Magdalena y otros personajes? Para obtener respuestas, analicemos uno de los Evangelios canónicos: el Evangelio de Juan. ¿Existen pruebas de que fue alterado?

El Evangelio de Juan bajo examen

A comienzos del siglo XX se halló en Egipto un manuscrito del Evangelio de Juan. Este fragmento, que se conserva en la Biblioteca John Rylands, en Manchester (Inglaterra), se conoce como Papiro Rylands 457 (P52) y contiene lo que en las Biblias actuales corresponde a Juan 18:31-33, 37, 38.

Juan 18:31-33, Así que Pilato les dijo: “Tómenlo ustedes mismos y júzguenlo según su ley”. Los judíos le dijeron: “A nosotros no nos es lícito matar a nadie”. 32 Esto, para que se cumpliera la palabra de Jesús que él había dicho para significar qué clase de muerte estaba destinado a morir.
33 De modo que Pilato entró otra vez en el palacio del gobernador y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.

37, 38.- Por lo tanto le dijo Pilato: “Bueno, pues, ¿eres tú rey?”. Jesús contestó: “Tú mismo dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio acerca de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad+ escucha mi voz”. 38 Le dijo Pilato: “¿Qué es la verdad?”.

Se trata de un documento muy valioso, pues es el manuscrito más antiguo de las Escrituras Griegas Cristianas del que se tiene constancia. Se cree que fue escrito en torno al año 125 de nuestra era, unos veinticinco años después de la muerte del propio Juan. Pero lo más destacable es que concuerda casi exactamente con otros manuscritos posteriores. Además, el hecho de que para entonces ya hubiera llegado a Egipto una copia del Evangelio de Juan apoya la idea de que este apóstol realmente escribió dicho libro —tal y como indican las Escrituras— y que lo hizo en el siglo primero. Todo lo anterior demuestra que el Evangelio de Juan fue redactado por un testigo ocular.

En contraste, los escritos apócrifos datan del siglo II en adelante, es decir, por lo menos cien años después de ocurrir los sucesos que narran. Algunos eruditos afirman que dichas obras se basan en tradiciones o en documentos anteriores, pero en realidad no existen pruebas que lo confirmen. Por lo tanto, la cuestión es: ¿qué testimonio merece más confianza: el de un testigo ocular o el de alguien que vivió un siglo después? La respuesta es evidente. *

El Papiro Rylands 457 (P52), que es un fragmento del Evangelio de Juan que data del siglo II, se escribió solo unas décadas después del original
¿Y qué hay de la afirmación de que los Evangelios bíblicos fueron alterados para ocultar ciertos relatos de la vida de Jesús? En el caso del Evangelio de Juan, ¿hay alguna prueba de que haya sufrido algún cambio durante el siglo IV? Para averiguar la respuesta, hay que tener presente que una de las principales fuentes en que se basan las Biblias modernas es un manuscrito del siglo IV conocido como Vaticano 1209. Si en dicho siglo se hizo algún cambio, tendría que reflejarse en este documento. ¿Contamos con algún manuscrito más antiguo con el cual compararlo? Afortunadamente, disponemos de uno. Se trata del Bodmer XIV, XV (P75), que data de los años 175 al 225 y contiene la mayor parte de los Evangelios de Lucas y Juan. Al analizar ambos documentos, los eruditos no han hallado diferencias importantes. Dicho en otras palabras, el Manuscrito Vaticano 1209 demuestra que en el siglo IV no se hicieron cambios significativos en los relatos evangélicos.

En realidad, no existen pruebas de que ninguno de los Evangelios haya sido modificado en el siglo IV. Tras examinar una colección de fragmentos hallados en Oxyrhynchos (Egipto), el investigador Peter M. Head, de la Universidad de Cambridge, escribió: “En líneas generales, estos manuscritos confirman el texto de los grandes unciales [documentos escritos con letras mayúsculas que datan del siglo IV en adelante], los cuales conforman la base de las ediciones críticas modernas. Al analizarlos, no encontramos nada que cambie radicalmente nuestra opinión sobre la forma en que se transmitió el texto del NT [Nuevo Testamento]”.

Conclusiones

A mediados del siglo II, los cuatro Evangelios ya gozaban de plena aceptación en el mundo cristiano. Así lo demuestra una célebre obra realizada por Taciano entre los años 160 y 175, que se conoce como el Diatessaron (término griego que significa “a través de [los] cuatro”). Dicha obra, que combinaba los relatos de los cuatro Evangelios canónicos, no utilizó como fuente ninguno de los “evangelios” gnósticos (véase el recuadro “En defensa de los Evangelios”). A finales del mismo siglo, el teólogo Ireneo afirmó que debía de haber cuatro Evangelios, pues eran “cuatro las regiones del mundo” y “cuatro los vientos principales”. Claro está, su comparación es discutible, pero demuestra que ya en aquel tiempo existían únicamente cuatro Evangelios canónicos.

¿Qué indican todos estos hechos? Que las Escrituras Griegas Cristianas —incluidos los cuatro Evangelios— no han cambiado esencialmente desde el siglo II. La realidad es que no existen pruebas de que en el siglo IV se tramara una conspiración para cambiar u ocultar parte alguna de las Escrituras divinamente inspiradas. De hecho, el biblista Bruce Metzger escribió: “A finales del siglo II, [...] las diversas congregaciones de fieles —repartidas no solo por toda el área mediterránea, sino por la extensa zona entre las islas británicas y Mesopotamia— habían alcanzado un alto grado de acuerdo respecto a qué libros componían el Nuevo Testamento”.

Tras analizar todo lo anterior, vemos lo oportuna que es la recomendación de dos grandes defensores de la Palabra de Dios, los apóstoles Pablo y Pedro. Ellos advirtieron a los cristianos de su tiempo que solo debían creer en aquello que ya se les había enseñado. En una ocasión, Pablo le escribió a Timoteo: “Guarda lo que ha sido depositado a tu cuidado, apartándote de las vanas palabrerías que violan lo que es santo, y de las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’. Por ostentar tal conocimiento algunos se han desviado de la fe”. Y Pedro afirmó: “No fue siguiendo cuentos falsos artificiosamente tramados como les hicimos conocer el poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo, sino por haber llegado a ser testigos oculares de su magnificencia” (1 Timoteo 6:20, 21; 2 Pedro 1:16).

Hace siglos, el profeta Isaías dijo por inspiración divina: “La hierba verde se ha secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo indefinido” (Isaías 40:8). Así pues, podemos estar seguros de que el Dios que inspiró las Santas Escrituras se ha encargado de protegerlas a lo largo del tiempo. Solo así se cumplirá su deseo de que “hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:4).

En defensa de los Evangelios


En los albores del cristianismo, algunos críticos pusieron en duda la credibilidad de los Evangelios, alegando que se contradecían entre sí. El escritor sirio Taciano, quien vivió aproximadamente entre los años 110 y 180, salió en defensa de los escritos bíblicos. Él creía que si los cuatro Evangelios se armonizaban y se fundían en un solo relato, se desvanecería cualquier supuesta contradicción.

Así pues, comenzó a elaborar un libro que lograra ese objetivo. No se sabe si originalmente lo escribió en griego o en siríaco, pero sí que lo finalizó en torno al año 170. Esta obra se conoce como el Diatessaron, término griego que significa “a través de [los] cuatro”. Aunque no fue escrita por inspiración divina, tiene mucho interés para nosotros, como veremos a continuación.

En el siglo XIX se extendió la idea de que los Evangelios se escribieron a partir de mediados del siglo II y que, por tanto, no tenían ningún valor histórico. Sin embargo, los manuscritos del Diatessaron que se han hallado desde entonces han demostrado más allá de toda duda que, para mediados del siglo II, los cuatro Evangelios canónicos ya eran muy conocidos y los únicos que gozaban de plena aceptación.

Hablando acerca del descubrimiento del Diatessaron y de diversos comentarios sobre esta obra en árabe, armenio, griego y latín, el biblista sir Frederic Kenyon escribió: “Estos hallazgos han despejado cualquier duda sobre el Diatessaron y han demostrado que, para el año 170, los cuatro Evangelios canónicos tenían supremacía absoluta sobre todas las demás narraciones de la vida de nuestro Salvador”.

 
Así pues podemos tener la completa confianza de que la santa Biblia en realidad es la palabra de Dios y que nosotros los seres humanos lo mejor que podemos hacer es leer lo que Nuestro amoroso Padre Jehová, nuestro creador ha querido transmitirnos en ella. Si así lo hacemos podemos canjearnos su amistad y así obtener la vida eterna.

Juan 17: 3;
Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.

Siempre estas a tiempo de coger el camino que verdaderamente te pertenece, eso espero y eso espera Dios, quien amorosamente nos dejó una guía verdaderamente fidedigna para que nos beneficiemos a nosotros mismos, disfrutemos a plenitud de la vida, y obtengamos la salvación.

Que la Gracia y la Paz de nuestro Dios el padre y de nuestro Seños Jesucristo este con todos vosotros.