DESASTRES NATURALES

¿Serán castigos de Dios?

 

EN AUDIO

“Siento lástima por las víctimas, pero creo que es tembatsu [castigo divino].” Así se expresó un conocido político de Japón tras el terremoto de magnitud 9 y el posterior tsunami que golpearon su país en marzo de 2011.

Cuando más de 220.000 personas murieron en el terremoto de Haití en enero de 2010, un famoso telepredicador afirmó que eso se debió a que los haitianos “habían jurado un pacto con el Diablo” y que necesitaban “volver a Dios”.

“Dios quiere despertar nuestra insensible e indiferente conciencia”, declaró un cura católico cuando 79 personas murieron en una estampida en Manila (Filipinas).

Un periódico local informó que “el 21% de los adultos creen que Dios está expresando su ira mediante los deslizamientos de tierra, tifones y otros desastres” que con frecuencia asolan el país.

La Creencias de que Dios trae las catástrofes para castigar a los malos no es nueva. En 1755, después de que un terremoto, un incendio y un tsunami causaran unos 60.000 muertos en Lisboa (Portugal), el famoso filósofo Voltaire preguntó: “¿Tuvo Lisboa, que ya no es, más vicios que Londres, que París, en los deleites hundidas?”. En efecto, millones de personas se preguntan si Dios está castigando a la gente enviándole catástrofes. De hecho, en muchos países, a estas tragedias se las llama “actos de Dios”.

En vista de todo esto, cabe preguntarse: “¿Está empleando Dios desastres naturales con ese objetivo? ¿Son castigos suyos las recientes tragedias que ha sufrido la humanidad?”.

Hay quienes se apresuran a culpar a Dios. Para ello, señalan relatos bíblicos que declaran que él usó las fuerzas de la naturaleza con fines destructivos.

(Génesis 7:17-22; Y el diluvio siguió sobre la tierra por cuarenta días, y las aguas siguieron aumentando y empezaron a llevar el arca, y esta estaba flotando muy por encima de la tierra. 18 Y las aguas se hicieron anegadoras y siguieron aumentando mucho sobre la tierra, pero el arca siguió yendo sobre la superficie de las aguas. 19 Y a grado tan grande anegaron la tierra las aguas que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas. 20 Hasta quince codos por encima las anegaron las aguas, y las montañas quedaron cubiertas.
21 De modo que expiró toda carne que estaba moviéndose sobre la tierra, entre las criaturas voladoras y entre los animales domésticos y entre las bestias salvajes y entre todos los enjambres que estaban enjambrando sobre la tierra, y toda la humanidad. 22 Todo lo que tenía activo en sus narices el aliento de la fuerza de vida, a saber, cuanto había en el suelo seco, murió.

18:20).  Por consiguiente, Jehová dijo: “El clamor de queja acerca de Sodoma y Gomorra es ciertamente fuerte, y su pecado es ciertamente muy grave.

19:24, 25;  Entonces Jehová hizo llover azufre y fuego desde Jehová, desde los cielos, sobre Sodoma y sobre Gomorra. 25 De modo que siguió adelante derribando a estas ciudades, sí, al Distrito entero, y a todos los habitantes de las ciudades, y las plantas del suelo.

Números 16:31-35). Y aconteció que, tan pronto como él hubo acabado de hablar todas estas palabras, el suelo que estaba debajo de ellos empezó a partirse. 32 Y la tierra procedió a abrir su boca y a tragárselos a ellos y a sus casas y a todo el género humano que pertenecía a Coré, y todos los bienes. 33 Así que abajo fueron ellos, y todos los que les pertenecían, vivos al Seol, y la tierra fue cubriéndolos, de modo que perecieron de en medio de la congregación. 34 Y todos los israelitas que estaban en su derredor huyeron al grito de ellos, porque empezaron a decir: “¡Tenemos miedo de que la tierra nos trague a nosotros!”. 35 Y un fuego salió de Jehová+ y procedió a consumir a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.

Sin embargo, un examen de todos estos relatos revela tres factores distintivos de las intervenciones divinas. Primero, hubo un aviso previo. Segundo, a diferencia de los desastres naturales que acaban con buenos y malos por igual, la destrucción no fue indiscriminada. Solo perecieron los malvados incorregibles y quienes desoyeron las advertencias. Y tercero, Dios siempre hizo posible que se salvaran los inocentes

(Génesis 7:1,  Después de eso Jehová dijo a Noé: “Entra, tú y toda tu casa, en el arca, porque es a ti a quien he visto justo delante de mí en medio de esta generación.

(Génesis 7:23). Así borró él toda cosa existente que había sobre la superficie del suelo, desde hombre hasta bestia, hasta animal moviente y hasta criatura voladora de los cielos, y fueron borrados de sobre la tierra; y solo Noé y los que con él estaban en el arca siguieron sobreviviendo.

19:15-17;  No obstante, cuando ascendió el alba, entonces los ángeles se pusieron a apremiar a Lot, diciendo: “¡Levántate! ¡Toma a tu esposa y a tus dos hijas que se hallan aquí, por temor de que seas barrido en el error de la ciudad!”. 16 Cuando siguió demorándose, entonces, por la compasión de Jehová para con él, los hombres asieron la mano de él y la mano de su esposa y las manos de sus dos hijas y procedieron a sacarlo y a situarlo fuera de la ciudad. 17 Y aconteció que, tan pronto como los hubieron sacado a las afueras, él empezó a decir: “¡Escapa por tu alma! ¡No mires atrás y no te detengas en todo el Distrito! ¡Escapa a la región montañosa por temor de que seas barrido!”.

Números 16:23-27).  A su vez, Jehová habló a Moisés, y dijo: 24 “Habla a la asamblea, y di: ‘¡Retírense de alrededor de los tabernáculos de Coré, Datán y Abiram!’”.
25 Después Moisés se levantó y fue a Datán y Abiram, y los ancianos de Israel fueron con él. 26 Entonces habló a la asamblea, y dijo: “Apártense, por favor, de delante de las tiendas de estos hombres inicuos, y no toquen cosa alguna que pertenezca a ellos, para que no sean barridos en todo el pecado de ellos”. 27 Inmediatamente ellos se retiraron de delante del tabernáculo de Coré, Datán y Abiram, por todos lados, y Datán y Abiram salieron, y se plantaron a la entrada de sus tiendas, junto con sus esposas, y sus hijos y sus pequeñuelos.


Nada indica que Dios haya causado los innumerables desastres que en nuestros tiempos han destrozado millones de vidas. Entonces, ¿a qué se debe el aparente aumento de tales catástrofes? ¿Cómo afrontar los desastres y sus consecuencias? ¿Llegará el día en que ya no ocurran? Hallará las respuestas en los siguientes artículos.

 

Desastres naturales: ¿por qué tantos?


Los desastres parecen ocupar siempre los titulares de las noticias. Nunca ha habido tantas víctimas debido a una calamidad u otra. El Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres, con sede en Bélgica, informa que tan solo en 2010 hubo 373 catástrofes, que segaron un mínimo de 296.000 vidas.

En las últimas décadas, la cifra anual de desastres registrados también ha aumentado notablemente. Por ejemplo, entre 1975 y 1999 estuvo muy por debajo de los 300, pero entre 2000 y 2010 alcanzó casi los 400. De ahí que muchos hoy día se pregunten por qué hay tantos desastres en nuestro tiempo.

Aunque a los desastres se les suele llamar “actos de Dios”, tal expresión es engañosa. Dios no está detrás de estas calamidades que afectan a tantas personas hoy día. Ahora bien, la Biblia sí predijo que nuestro tiempo estaría marcado por las catástrofes. Por ejemplo, en Mateo 24:7, 8 leemos estas palabras de Jesús: “Habrá escaseces de alimento y terremotos en un lugar tras otro. Todas estas cosas son principio de dolores de angustia”.

Mateo 24:7, 8. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá escaseces de alimento y terremotos en un lugar tras otro. Todas estas cosas son principio de dolores de angustia.

¿Por qué profetizó Jesús tales sucesos, y qué significado tienen?



El Hijo de Dios estaba respondiendo a esta pregunta: “¿Qué será la señal (...) de la conclusión del sistema de cosas?” (Mateo 24:3). Tras hablar de varias cosas que ocurrirían —entre ellas las calamidades ya mencionadas—, hizo esta relevante declaración: “Cuando vean suceder estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca” (Lucas 21:31). Por lo tanto, esos desastres naturales tienen mucha importancia para nosotros. Son una indicación de que se acercan cambios trascendentales.

Fuerzas que contribuyen a los desastres.

Tal vez usted, como muchas otras personas, se pregunte: “Si Dios no es el culpable de los desastres, ¿quién o qué está detrás?”. Solo podemos comprender la respuesta si reconocemos esta importante verdad que se halla en la Biblia: “El mundo entero yace en el poder del inicuo” (1 Juan 5:19). Este versículo revela que Dios no es el culpable de las terribles condiciones que vemos en el mundo. En muchas ocasiones, el culpable es su enemigo, el inicuo Satanás, al que la Biblia también llama “el Diablo”.

(Revelación [Apocalipsis] 12:9, De modo que hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados abajo con él.

12). A causa de esto, ¡alégrense, cielos, y los que residen en ellos! ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”.

Movido por su egoísmo, a este adversario de Dios no le importa que la gente muera. Con todo el mundo bajo su control, ha promovido esa misma actitud entre la humanidad. En realidad, la Biblia señaló este hecho al predecir que “en los últimos días” los hombres serían “amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos”. (2 Timoteo 3:1, 2).

(2 Timoteo 3:1, 5). Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. 2 Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, 3 sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, 4 traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, 5 teniendo una forma de devoción piadosa pero resultando falsos a su poder; y de estos apártate.

Así que no sorprende que el Diablo haya creado un sistema mundial que fomenta esas y otras características malvadas. Él fomenta la explotación egoísta y codiciosa de los recursos del planeta que a menudo pone a la gente en peligro.

¿De qué forma promueve las catástrofes el avariento sistema en que vivimos? Un informe de las Naciones Unidas sobre los desastres mundiales declara: “Con demasiada frecuencia la población se concentra en zonas peligrosas como las planicies aluviales. Además, la destrucción de los bosques y humedales está mermando la capacidad del medio ambiente de soportar las amenazas. Como si esto fuera poco, el incremento de la concentración de los gases de invernadero debido a la actividad humana amenaza con provocar un cambio climático y elevar el nivel del mar”. Aunque se dice que gran parte de esa “actividad humana” es necesaria para el progreso económico, no es más que el resultado de la actitud egoísta y ambiciosa que impera en el mundo.

Muchos expertos reconocen ahora que esta irresponsable actividad humana ha intensificado los efectos destructivos de los desastres. Lo cierto es que los seres humanos están ayudando al Diablo cuando apoyan un sistema que empeora los desastres.

Vemos, pues, que muchas catástrofes son fruto de la negligente mano del hombre. Algunas han sido más devastadoras debido al lugar donde se produjeron. En muchas partes del mundo, sus efectos se han agravado por los turbios manejos de individuos sin escrúpulos o porque grandes masas de población han tenido que mudarse a zonas peligrosas por culpa de las desigualdades económicas o sociales. Por supuesto, algunas víctimas sufren, no por el fallo o la negligencia de nadie, sino porque “el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”.

 (Eclesiastés 9:11). Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.

En cualquier caso, ¿qué puede hacer usted si se ve afectado por un desastre natural? Veamos algunas medidas que puede tomar.

Cómo afrontar los desastres y sus efectos.

En vista del aumento en la frecuencia y destructividad de los desastres naturales, veamos algunas cosas que pueden ayudar.

Alejarse del peligro.

La Biblia dice: “Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse, pero los inexpertos han pasado adelante y tienen que sufrir la pena” (Proverbios 22:3). Este sabio consejo puede aplicarse aun antes de que ocurra un desastre. Si se da un aviso de erupción volcánica, inundación o huracán (o tifón), sería prudente que quienes se encuentren en la zona de riesgo se trasladen a un lugar seguro. La vida vale más que una casa u otras posesiones.

Algunas personas tal vez puedan optar por vivir en áreas más seguras. Un organismo oficial señala: “El riesgo de desastres presenta una gran concentración geográfica. Hay una proporción muy reducida de la superficie de la tierra que engloba la mayor parte del riesgo, y la mayoría de los futuros desastres de gran envergadura ocurrirán en esas zonas”. Este puede ser el caso, por ejemplo, de llanuras costeras o áreas cercanas a fallas geológicas. Si usted puede evitar vivir en tales lugares o puede mudarse a un sitio más seguro, reducirá enormemente el riesgo de verse afectado por un desastre.

Un plan de emergencia.

Sin importar cuántas precauciones tome, todavía puede ser víctima de una tragedia inesperada. Pero podrá afrontar mucho mejor la situación si tiene planeado lo que hará en caso de que ocurra. Esto también concuerda con el consejo de Proverbios 22:3, citado anteriormente. ¿Tiene preparado un equipo de emergencia? El manual 1-2-3 of Disaster Education (Medidas básicas contra los desastres) recomienda tener listos un botiquín de primeros auxilios, agua embotellada, alimentos no perecederos y los documentos importantes. También convendría repasar con toda la familia los tipos de desastres que pudieran producirse y lo que se haría en cada caso.

Prepara un equipo de emergencia. ¿Tiene preparado un equipo de emergencia?

Una estrecha relación con Dios.

Tal relación es de mucha ayuda en cualquier circunstancia. La Biblia dice que él es “el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo, que nos consuela en toda nuestra tribulación”. Y otro versículo añade que “consuela a los abatidos”.

(2 Corintios 1:3, 4; Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo, 4 que nos consuela en toda nuestra tribulación, para que nosotros podamos consolar a los que se hallan en cualquier clase de tribulación mediante el consuelo con que nosotros mismos estamos siendo consolados por Dios.

7:6). Dios, que consuela a los abatidos.

En efecto, Dios está muy al tanto de lo que les ocurre a quienes cifran su fe en él. Como él es amor, nos anima de diversas maneras.

1 Juan 4:8. El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor.

Una gran ayuda es la oración. No vamos a pedirle milagros, pero sí su poderoso espíritu santo, el cual puede darnos sabiduría y recordarnos pasajes bíblicos que nos consuelen y alivien en cualquier adversidad. Los siervos fieles de Dios pueden sentirse como David, un rey del antiguo Israel que dijo: “Aunque ande en el valle de sombra profunda, no temo nada malo, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado son las cosas que me consuelan” (Salmo 23:4).

La oración ayuda en cualquier situación. No vamos a pedir milagros, pero sí el poderoso espíritu santo de Dios.

La ayuda de hermanos en la fe.

En el siglo primero, un profeta cristiano llamado Ágabo indicó que “una gran hambre estaba para venir sobre toda la tierra habitada”. Esta hambre, que “tuvo lugar en el tiempo de Claudio”, afectó gravemente a muchos cristianos que vivían en Judea. ¿Qué hicieron los discípulos de otros lugares cuando se enteraron de las dificultades de sus hermanos en la fe? El relato declara: “Los discípulos resolvieron, cada uno de ellos según los medios que tenía, enviar una ministración de socorro a los hermanos que moraban en Judea”

(Hechos 11:28, 29). Ahora bien, en estos días unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. 28 Uno de ellos, por nombre Ágabo, se levantó, y por el espíritu procedió a indicar que una gran hambre estaba para venir sobre toda la tierra habitada; la cual, de hecho, tuvo lugar en el tiempo de Claudio. 29 Así que aquellos de los discípulos resolvieron, cada uno de ellos según los medios que tenía, enviar una ministración de socorro a los hermanos que moraban en Judea.

Como vemos, el amor los impulsó a enviar ayuda material.

“Sentí el amor y la protección de Jehová”.

En nuestros días, los siervos de Dios responden igual cuando azota algún desastre. A los Cristianos verdaderos se les conoce por la ayuda que se prestan unos a otros. Cuando un fuerte terremoto sacudió Chile el 27 de febrero de 2010, acudieron sin demora en socorro de los afectados. una persona, cuyo hogar fue arrasado por un tsunami, relata: “Fue muy alentador ver que precisamente al día siguiente llegaron hermanos cristianos de otras zonas para ayudarnos. Sin duda, el Señor utilizó a aquellos bondadosos voluntarios para consolarnos. Sentí el amor y la protección de Dios”. Su abuelo, dijo tras observar lo ocurrido: “¡Qué distinto de lo que he visto en mi iglesia durante años!”. La experiencia lo motivó a pedir que le dieran clases de la Biblia.

Los cristianos se ayudan unos a otros cuando azota algún desastre.

La compañía de personas que aman a Dios es de gran ayuda en momentos difíciles. Con todo, ¿llegará el día en que la Tierra se vea libre de la maldición de los desastres naturales? Veamos lo que dice la Biblia.

Cuando no haya más desastres

Si alguien le asegurara que pronto ya no habrá más desastres, ¿cómo reaccionaría usted? Tal vez contestaría que eso es un sueño, que los desastres son parte de la vida. O quizás pensaría que le están tomando por tonto.

Aunque los desastres naturales parecen no tener fin, hay razones sólidas para confiar en que sí acabarán. Claro está, no será gracias a ninguna iniciativa humana. El hombre no comprende plenamente los mecanismos de la naturaleza, y mucho menos puede controlarlos o cambiarlos. El rey Salomón del antiguo Israel, famoso por su sabiduría y su capacidad de observación, escribió lo siguiente: “La humanidad no puede averiguar la obra que se ha hecho bajo el sol; por mucho y duro que siga trabajando la humanidad en buscar, sin embargo no averiguan. Y aunque dijeran que son suficientemente sabios para saberlo, no podrían averiguarlo” (Eclesiastés 8:17).

Si los seres humanos no pueden controlar los desastres naturales, ¿entonces quién? La Biblia declara que será nuestro Creador. Él es quien puso en marcha los ciclos de la naturaleza, como el del agua.

(Eclesiastés 1:7). Todos los torrentes invernales salen al mar; no obstante, el mar mismo no está lleno. Al lugar para donde salen los torrentes invernales, allí regresan para poder salir.

Y en vivo contraste con el hombre, Dios tiene poder infinito. El profeta Jeremías dijo al respecto: “¡Oh Señor Soberano Jehová! Mira que tú mismo has hecho los cielos y la tierra por tu gran poder y por tu brazo extendido. El asunto entero no es demasiado maravilloso para ti mismo” (Jeremías 32:17). Puesto que Dios hizo la Tierra y los elementos, lógicamente sabe qué hacer para que la gente viva en paz y seguridad.

(Salmo 37:11; Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz .

115:16).  En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres.

Así pues, ¿cómo traerá Dios este cambio que tanto necesitamos? Como sin duda usted recordará, en el segundo artículo de esta serie mencionamos que los aterradores sucesos de nuestros días componen una “señal” que marca “la conclusión del sistema de cosas”. Jesús indicó: “Cuando vean suceder estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca”.

(Mateo 24:3; Estando él sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a él los discípulos privadamente, y dijeron: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?.

Lucas 21:31).  Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca.

Este Reino, un gobierno celestial de origen divino, hará grandes cambios en la Tierra, entre ellos controlar las fuerzas naturales. Aunque Jehová Dios tiene el poder para hacer esta tarea él mismo, la ha delegado en su Hijo, de quien el profeta Daniel declaró: “A él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran”.

(Daniel 7:14)Y a él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una gobernación de duración indefinida que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas.

El Hijo de Dios, Jesucristo, ha recibido el poder para convertir todo nuestro planeta en un lugar donde vivir sin miedo. Hace dos mil años, cuando estuvo en la Tierra, demostró en pequeña escala su capacidad de dominar las fuerzas de la naturaleza. En cierta ocasión en que él y sus discípulos se encontraban en una barca en el mar de Galilea, “estalló una grande y violenta tempestad de viento, y las olas seguían lanzándose dentro de la barca, de modo que faltaba poco para que la barca se llenara”. Los discípulos se asustaron y, temiendo por su vida, pidieron ayuda a Jesús. ¿Qué hizo él? Simplemente “reprendió al viento y dijo al mar: ‘¡Silencio! ¡Calla!’. Y el viento se apaciguó, y sobrevino una gran calma”. Asombrados, los discípulos dijeron: “¿Quién, realmente, es este, porque hasta el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:37-41).

Tiempo después, Jesús fue ascendido al ámbito espiritual y recibió aún más poder y autoridad. Hoy, ya como Rey del Reino de Dios, tiene la responsabilidad y la capacidad de implantar todos los cambios necesarios para que la humanidad viva en paz y seguridad en la Tierra.

Sin embargo, ya hemos visto que muchos de los problemas y desastres son provocados o agravados por individuos egoístas y codiciosos. ¿Qué hará el Reino con quienes se obstinan en ese proceder? La Biblia dice que el Señor Jesús vendrá “desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús”. En efecto, él va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”.

(2 Tesalonicenses 1:7, 8; Pero, a ustedes que sufren la tribulación, con alivio juntamente con nosotros al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles 8 en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.

Revelación 11:18). Pero las naciones se airaron, y vino tu propia ira, y el tiempo señalado para que los muertos sean juzgados, y para dar su galardón a tus esclavos los profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra”.

Después, este “Rey de reyes”, Jesucristo, impondrá su autoridad sobre las fuerzas de la naturaleza.

(Revelación 19:16).  Y sobre su prenda de vestir exterior, aun sobre su muslo, tiene un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de señores.

Se asegurará de que los súbditos del Reino ya no sufran más calamidades. Con su poder, regulará los procesos meteorológicos, de modo que el clima y los ciclos de las estaciones beneficien a la humanidad. Así se cumplirá lo que Jehová prometió hace mucho a su pueblo: “Les daré sus lluvias cuantiosas a su debido tiempo, y la tierra verdaderamente dará su producto, y el árbol del campo dará su fruto”. (Levítico 26:4). La gente podrá construir sus hogares sin temor a perderlos debido a algún desastre natural. La Biblia promete: “Edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto”. (Isaías 65:21).

¿Qué debe hacer usted?.

Sin duda a usted, como a muchas otras personas, le atrae la idea de vivir en un mundo donde no se produzcan más desastres devastadores. ¿Qué tiene que hacer para estar allí? Puesto que “los que no conocen a Dios” y “los que no obedecen las buenas nuevas” no vivirán en ese mundo libre de desastres, es vital aprender sin demora cuál es la voluntad divina y apoyar lo que Dios ha dispuesto para gobernar nuestro planeta. Él desea que lleguemos a conocerlo y que prestemos atención a las buenas nuevas del Reino que ha establecido mediante su Hijo.

 

Y el mejor modo de hacer eso es estudiar cuidadosamente la Biblia, donde se encuentran los requisitos para vivir en el ambiente seguro que proporcionará el Reino. ¿Por qué no que le enseñe lo que dice la Biblia? Le aseguro que lo ago con mucho gusto. De algo puede estar seguro: si se esfuerza por conocer a Dios y obedecerle, se cumplirán en usted estas palabras de Proverbios 1:33: “En cuanto al que me escucha, él residirá en seguridad y estará libre del disturbio que se debe al pavor de la calamidad”.
 

Que la gracia y la Paz de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo este con todos vosotros.